Hoy no se van a pronunciar unas nuevas tablas de la ley, porque lo que va a ocurrir no es asunto de escribir en tablas, y el amor no es ley. Hoy el Hijo del hombre quiere a los suyos más cerca. Lo que hoy tenemos entre manos se refiere a la proximidad, una proximidad nueva entre Dios y los hombres. Ya no existe una delgada línea roja entre Creador y criatura. Dios llama a las puertas interiores y quiere entrar en las alcobas de las criaturas, aunque sólo los que velan abrirán su puerta. Hoy no importa cuánta teología se sepa, sino cuánto de amor se conoce y se vive. Hoy no cuentan las actitudes piadosas, sino los sagrados afectos del corazón, como los denominaba el poeta inglés John Keats. Hoy hay que leer sin cansancio los mejores poemas de amor, porque las palabras escogidas expresan mejor cuánto puede amar un ser humano. ?Mi corazón vive en tu pecho, como el tuyo en mí/ Oh, tú por tanto, amor, sé de ti tan cuidadoso, como yo, no por mí, por ti guardo mi vida?. Hasta aquí la maravilla de Shakespeare.
Hoy revienta el pecho de un hombre-Dios y pide que un corazón de criatura le haga caso. Hoy se para el tiempo de verdad, porque el ?antes y después de Cristo? que se dice en los libros de historia, sucede hoy, cuando el Maestro decide quedarse en el mundo. Ya sólo queda eso, proximidad, y el tiempo no cuenta. Ya no podremos decir, ?hoy he rezado media hora?, porque está feo hablar del tiempo cuando se pasa con la persona que se quiere. Nunca llegaremos a entender esta asimetría entre el suyo y nuestro pobre amor. La enseñanza en esta Noche Santa es que el amor tiene que ver con vaciarse más que con la avidez de la ganancia. Sólo quien pierde gana, y llegar al vacío de lo propio es la posibilidad de que entre la persona amada. Todo eso es hoy. Pero nosotros seguimos considerando a Dios el genio de lámpara, que frotamos para que nos conceda protección, sueños, éxitos.
Cuánto he deseado este momento? Lo había dicho el Señor muchas veces mientras iba de camino con los suyos hacia Jerusalén. Y ahora, en la casa de un desconocido, cuyo nombre no aparece en la Escrituras, se inicia una cena que es al mismo tiempo la última y la primera de los nuevos tiempos. El marco ya no es un estrado, ni un escenario público, ni la tribuna de un congreso, el marco es una cena, porque toda cena de amigos es un catalizador para los corazones, y posibilita que las conversaciones vayan siempre más adentro. ?Dios es un fuego devorador?, se dice en el libro del Deuteronomio, hoy por fin se entiende. ?He venido a traer fuego a la tierra y ojalá ya estuviera ardiendo?, hoy se entiende a la perfección. ?Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos?, está noche se desvela ese misterio.
Hoy se rompe la estructura temporal de la historia, el pasado, el presente, el futuro. Cada día, el sacerdote celebra esa Última Cena con la alegría de saber que Cristo vive con nosotros. La misa no es un recordatorio, es un hoy eterno. Y después de comulgar, a limpiar los pies de los desvalidos, que toda la humanidad es pobre, y allí donde vive un ser humano hay una pequeña calamidad que cuidar y aliviar.